Hubo una vez que sembré junto a una princesa con boca de fresa ilusiones en el viento, hasta que el ogro de odiosos gestos se la llevó lejos. Hubo otra vez que en que con una mariposa, intenté escribir versos en la luna, me costó mucho entender lo lejos que ella estaba de nosotros. También quise cosechar arándonos en la boca de una gordita, pero su piel era tan agria que todas las semillas se pudrieron en su saliva. Más de una vez me sentí triste, más de una vez fui vencido. ¿Quien me iba a decir, que en mi propio jardín, la más hermosa de las gardenias, que se sentía poco para un renacuajo, iba a terminar enamorándose de un oso?
Fex López Álvarez

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